No sé si este es un buen momento para escribir. Siento la adrenalina dueña de mí, no sé si es mejor esperar o aprovecharme de ella sin más.
Estoy a punto de concretar uno de mis más ansiados sueños, conocer Cuba, y no es fácil encontrar el momento para escribir en el cual no me traicionen las emociones.
Hasta aquí no hay nada extraño, ¿quién no tiene algún conocido que pasó unos días en la isla conociendo Varadero en cinco noches y La Habana en otras dos; o cinco, cinco y tres distribuidas entre Varadero, Cayo Largo La Habana, all inclusive? Pero ese no es el viaje que me desvela. Voy en busca de la otra Cuba.
El itinerario –hablado y organizado hasta el hartazgo- será: La Habana, Santiago de Cuba, Trinidad, Cienfuegos, Santa Clara y las últimos tres días Varadero.
Después de repetidas y largas charlas nocturnas con mi novio, me dijo: “Muy bien, vamos a ir a Cuba, pero de los 15 días vos organizás 12 y los últimos 3 los dejás por mi cuenta, ¿estamos?”. ¿Cómo negarme a semejante propuesta? Lo abracé y lo besé lo más fuerte que pude y sin permiso, alguna lágrima se me escapó.
Los pasajes de ida y vuelta ya los tenemos junto con las tres noches de Varadero; todo el resto está concertado de palabra o, mejor dicho, por Internet con un tal Víctor que, por supuesto, no tenemos ni la menor idea de quién es.
En las distintas ciudades del recorrido, nos esperan en distintas casas de familias. Allí dispondremos de una habitación con baño privado pero compartiremos con los cubanos las partes comunes: patios, comedor y espero, los desayunos y comidas. Estas casas tienen entre una y dos habitaciones para huéspedes y están autorizadas por el gobierno a trabajar con turistas y, algunas, también con cubanos. Uno puede pasar la noche en una casa colonial y reciclada de principios del siglo XVIII o en casas de mediados del 1900, dependiendo de la ciudad y dentro de la ciudad, del barrio.
En una de las páginas de Internet en las que se ofrecen estos servicios, por ejemplo http://www.alojamientosencuba.com.ar/, se pueden ver las fotos por dentro y por fuera de las casas. Al verlas, me hicieron recordar casas de otra época, como las de viejas películas argentinas, como detenidas en el tiempo, pero muy prolijas. En los comedores se pueden ver muebles y sillas de caño con algunas plantas de interior; los baños, con los típicos azulejos turquesas y rosas de 15x15 cm; las puertas, muy altas y algún que otro adorno cuya historia es imposible de imaginar.
Esta forma de viajar por Cuba nos obligó a hacer un ejercicio al no tener la seguridad de una agencia de viajes detrás, organizando todo. Tuvimos que despojarnos de lo que conocíamos y dejarnos llevar por otra forma de vida, completamente distinta a la nuestra. Pero, aunque nos esforzamos, no pudimos dejar de preguntarnos: ¿cómo hacemos para ir de una ciudad a otra? ¿y la comida? ¿será mejor llevar dólares o euros? ¿y desde el aeropuerto, cómo salimos si no nos esperará nadie? ¿se acordarán de nosotros en las diferentes casas? ¿y la Visa para entrar? Las preguntas se multiplicaron casi al infinito, pero poco a poco fuimos encontrando las respuestas.
Para viajar desde el aeropuerto a La Habana Vieja –que es donde está ubicada nuestra primer casa- tomaremos un taxi del estado a quien le daremos la dirección y cuyo costo será de aproximadamente 25 CUC. El CUC es la moneda con la que se maneja el turista y equivale más o menos a $4,20 de los nuestros. No es aconsejable llevar dólares estadounidenses sino euros, ya que los verdes tienen muchos impuestos y no conviene el cambio. Para viajar de ciudad en ciudad hay micros parecidos a los de larga distancia que tienen un recorrido determinado y une las principales ciudades de la isla. Los precios, horarios y duración de los viajes está disponible en Internet. El viaje más largo que haremos dentro de la isla, será de 16 horas –en el avión estaremos 11- y uniremos La Habana con Santiago, exactamente 861 kilómetros, según el mapa que nos dieron en la Secretaría de Turismo de Cuba.
Para comer, tenemos la opción de hacerlo en la misma casa de familia o afuera. No sabemos muy bien qué vamos a hacer aunque nos recomendaron por la página de Internet, hacerlo en la misma casa pues los platos son abundantes, muy ricos y más económicos, entre 8 y 15 CUC; los desayunos, seguramente los haremos en la casa y el valor rondará los 3 y 5 CUC por persona.
En las llamadas telefónicas y en las conexiones a Internet mejor no pensar; no sé que ofrecerá el hotel de Varadero, pero esa es otra historia.
Claro que todo esto es teoría; en la práctica, habrá que vivirlo, qué se mantendrá y qué cambiará lo sabremos en unos días; qué comeremos y dónde, qué podremos comprar con los CUC y qué con los pesos cubanos; cómo viajaremos entre las ciudades, cómo nos manejaremos en cada una de ellas… Ya lo sabremos.
En fin, yo voy en busca de Cuba. No sé qué me dejará encontrar, tengo demasiadas expectativas y quizá eso no sea del todo bueno. Escuché muchas “verdades” de la isla, y ahora voy en busca de otra, que no es ni más ni menos que eso. Otra verdad, mi verdad.
¡Hasta la vuelta, siempre!
Estoy a punto de concretar uno de mis más ansiados sueños, conocer Cuba, y no es fácil encontrar el momento para escribir en el cual no me traicionen las emociones.
Hasta aquí no hay nada extraño, ¿quién no tiene algún conocido que pasó unos días en la isla conociendo Varadero en cinco noches y La Habana en otras dos; o cinco, cinco y tres distribuidas entre Varadero, Cayo Largo La Habana, all inclusive? Pero ese no es el viaje que me desvela. Voy en busca de la otra Cuba.
El itinerario –hablado y organizado hasta el hartazgo- será: La Habana, Santiago de Cuba, Trinidad, Cienfuegos, Santa Clara y las últimos tres días Varadero.
Después de repetidas y largas charlas nocturnas con mi novio, me dijo: “Muy bien, vamos a ir a Cuba, pero de los 15 días vos organizás 12 y los últimos 3 los dejás por mi cuenta, ¿estamos?”. ¿Cómo negarme a semejante propuesta? Lo abracé y lo besé lo más fuerte que pude y sin permiso, alguna lágrima se me escapó.
Los pasajes de ida y vuelta ya los tenemos junto con las tres noches de Varadero; todo el resto está concertado de palabra o, mejor dicho, por Internet con un tal Víctor que, por supuesto, no tenemos ni la menor idea de quién es.
En las distintas ciudades del recorrido, nos esperan en distintas casas de familias. Allí dispondremos de una habitación con baño privado pero compartiremos con los cubanos las partes comunes: patios, comedor y espero, los desayunos y comidas. Estas casas tienen entre una y dos habitaciones para huéspedes y están autorizadas por el gobierno a trabajar con turistas y, algunas, también con cubanos. Uno puede pasar la noche en una casa colonial y reciclada de principios del siglo XVIII o en casas de mediados del 1900, dependiendo de la ciudad y dentro de la ciudad, del barrio.
En una de las páginas de Internet en las que se ofrecen estos servicios, por ejemplo http://www.alojamientosencuba.com.ar/, se pueden ver las fotos por dentro y por fuera de las casas. Al verlas, me hicieron recordar casas de otra época, como las de viejas películas argentinas, como detenidas en el tiempo, pero muy prolijas. En los comedores se pueden ver muebles y sillas de caño con algunas plantas de interior; los baños, con los típicos azulejos turquesas y rosas de 15x15 cm; las puertas, muy altas y algún que otro adorno cuya historia es imposible de imaginar.
Esta forma de viajar por Cuba nos obligó a hacer un ejercicio al no tener la seguridad de una agencia de viajes detrás, organizando todo. Tuvimos que despojarnos de lo que conocíamos y dejarnos llevar por otra forma de vida, completamente distinta a la nuestra. Pero, aunque nos esforzamos, no pudimos dejar de preguntarnos: ¿cómo hacemos para ir de una ciudad a otra? ¿y la comida? ¿será mejor llevar dólares o euros? ¿y desde el aeropuerto, cómo salimos si no nos esperará nadie? ¿se acordarán de nosotros en las diferentes casas? ¿y la Visa para entrar? Las preguntas se multiplicaron casi al infinito, pero poco a poco fuimos encontrando las respuestas.
Para viajar desde el aeropuerto a La Habana Vieja –que es donde está ubicada nuestra primer casa- tomaremos un taxi del estado a quien le daremos la dirección y cuyo costo será de aproximadamente 25 CUC. El CUC es la moneda con la que se maneja el turista y equivale más o menos a $4,20 de los nuestros. No es aconsejable llevar dólares estadounidenses sino euros, ya que los verdes tienen muchos impuestos y no conviene el cambio. Para viajar de ciudad en ciudad hay micros parecidos a los de larga distancia que tienen un recorrido determinado y une las principales ciudades de la isla. Los precios, horarios y duración de los viajes está disponible en Internet. El viaje más largo que haremos dentro de la isla, será de 16 horas –en el avión estaremos 11- y uniremos La Habana con Santiago, exactamente 861 kilómetros, según el mapa que nos dieron en la Secretaría de Turismo de Cuba.
Para comer, tenemos la opción de hacerlo en la misma casa de familia o afuera. No sabemos muy bien qué vamos a hacer aunque nos recomendaron por la página de Internet, hacerlo en la misma casa pues los platos son abundantes, muy ricos y más económicos, entre 8 y 15 CUC; los desayunos, seguramente los haremos en la casa y el valor rondará los 3 y 5 CUC por persona.
En las llamadas telefónicas y en las conexiones a Internet mejor no pensar; no sé que ofrecerá el hotel de Varadero, pero esa es otra historia.
Claro que todo esto es teoría; en la práctica, habrá que vivirlo, qué se mantendrá y qué cambiará lo sabremos en unos días; qué comeremos y dónde, qué podremos comprar con los CUC y qué con los pesos cubanos; cómo viajaremos entre las ciudades, cómo nos manejaremos en cada una de ellas… Ya lo sabremos.
En fin, yo voy en busca de Cuba. No sé qué me dejará encontrar, tengo demasiadas expectativas y quizá eso no sea del todo bueno. Escuché muchas “verdades” de la isla, y ahora voy en busca de otra, que no es ni más ni menos que eso. Otra verdad, mi verdad.
¡Hasta la vuelta, siempre!